El #27Oct tuvo lugar en #PuertoCabello, estado de #Carabobo, el conversatorio “200 años de la toma de Puerto Cabello: un debate necesario”, actividad que contó con el auspicio de la Embajada de España en Venezuela y con la participación de la Academia Nacional de la Historia (@anhvenezuela), la Academia de Historia de Carabobo (@ahcarabobo), la Universidad de Carabobo (@universidad_de_carabobo) y la Cámara de Comercio de Puerto Cabello (@camarapcabello).
En el acto académico intervinieron como ponentes los historiadores Inés Quintero y Nelson Falcón. El evento se abrió con una presentación de José Alfredo Sabatino, organizador del acto y presidente de la Academia de Historia de Carabobo, y con unas palabras introductorias del Embajador de España, Ramón Santos.
A continuación compartimos el contenido de la Conferencia “TOMA DE PUERTO CABELLO: Testimonios, historia y memoria”, dictada por la historiadora venezolana Inés Quintero Montiel.
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200 AÑOS TOMA DE PUERTO CABELLO, UN DEBATE NECESARIO
Puerto Cabello, Cámara de Comercio. 27 de octubre 2023
TOMA DE PUERTO CABELLO: Testimonios, historia y memoria
Inés Quintero
Academia Nacional de la Historia
Introducción
El 8 de noviembre de 1823 tuvo lugar el asalto y toma de la Plaza Fuerte de Puerto Cabello bajo la dirección del general José Antonio Páez. Dos días después se rindió el Castillo de San Felipe y se firmó la capitulación entre los jefes de ambos ejércitos.
Sobre este hecho de armas se elaboraron, en su momento y en los días siguientes, varios documentos, testimonios y proclamas que dan cuenta de los sucesos y también de la valoración que le otorgaron sus protagonistas y otros actores coetáneos pertenecientes a ambos bandos.
En los años siguientes, se escribieron las primeras historias generales sobre la Independencia, en las cuales sus autores dedicaron parte de sus páginas a la descripción y narración de estos hechos y, al mismo tiempo, expresaron sus consideraciones respecto a la significación que podía otorgarse a lo ocurrido en Puerto Cabello.
Más adelante, durante el proceso de construcción de la nación, se comenzaron a seleccionar las efemérides nacionales de Venezuela, se elaboraron los primeros manuales de enseñanza de la historia y se fueron fijando los principales refrentes de la memoria, dejando ver cuáles fueron los personajes y hechos que debían ser incorporados a los rituales conmemorativos de la nación durante el siglo XIX y en el transcurso del siglo XX.
En las páginas que siguen nos proponemos hacer un recorrido por la evolución que tuvo el tratamiento y valoración de la toma de la Plaza Fuerte de Puerto Cabello en los testimonios y documentos de la época, en las elaboraciones historiográficas y en el proceso de construcción de la memoria nacional, a fin de identificar y analizar cuáles fueron los factores que incidieron en el tratamiento y valoración que se la ha otorgado a estos hechos cuando estamos próximos a conmemorar 200 años de este importante episodio de nuestra historia.
I. Los testimonios inmediatos de Venezuela respecto a la valoración y significación de la toma de Puerto Cabello
En el momento que ocurre la toma de Puerto Cabello, Venezuela formaba parte de la República de Colombia, como resultado de la sanción por el Congreso de Angostura de la Ley Fundamental de Colombia, aprobada el 17 de diciembre de 1819 y consagrada el 12 de julio de 1821 como Ley fundamental de la Unión de los Pueblos de Colombia, con varias modificaciones, por el Congreso de Colombia reunido en Villa del Rosario de Cúcuta Esta acotación es importante porque los documentos y testimonios se hace mención indistintamente a la significación del hecho para el Departamento de Venezuela y para la República de Colombia. Si bien la incorporación de los territorios de Venezuela al proyecto colombiano no estuvo exenta de reservas y discordias, en la diversidad de documentos y testimonios sobre el asalto y toma de Puerto Cabello, estas disensiones no se manifiestan. Se harán más patentes, precisamente al año siguiente, y se mantendrán de allí en adelante hasta la disolución final de la unidad colombiana en 1830
Los documentos que dan testimonio del alcance de lo ocurrido se inician el mismo 8 de noviembre, inmediatamente después de los sucesos, en el primer informe que hace el general José Antonio Páez para dar cuenta del éxito obtenido en el asalto a la Plaza Fuerte de Puerto Cabello y concluyen en abril de 1824, con los mensajes institucionales del Vicepresidente de Colombia, Francisco de Paula Santander, informando sobre los hechos al Congreso de Colombia.
La lista de documentos es extensa y de gran variedad. Están el primer informe de Páez, la primera proclama del Intendente de Venezuela, el texto de la capitulación, el parte oficial, el boletín del Ejército, numerosas comunicaciones oficiales, reseñas periodísticas, salutaciones, reconocimientos, decretos de honores y discursos, que abarcan un período de seis meses. El conocimiento detallado de estos documentos ha sido posible gracias a la investigación realizada por los Dres. José Alfredo Sabatino y Fernando Falcón publicada con el título Materiales para el estudio de la toma de Puerto Cabello por la Academia de la Historia de Carabobo.
El rasgo común de la gran mayoría de los documentos, respecto a la valoración del suceso es la unanimidad sobre su significación militar y su relevancia histórica.
En cuanto a la significación militar, el general Páez la califica como una “gloriosa jornada que será señalada entre las muchas que distinguen la Historia militar de Colombia”. En el mismo tono queda registrada en la primera proclama del Intendente de Venezuela, al informar la noticia del “mayor y más importante de los acontecimientos que marcarán en la historia una de las épocas más gloriosas de las armas de la República”. Esta misma apreciación se repite en muchos otros documentos
El 12 de noviembre, el general Páez elabora el parte oficial del asalto, será en este documento cuando se le otorgue la significación histórica de “… haber sellado irrevocablemente la libertad e independencia de Colombia y haber concluido la guerra de Venezuela”.
El Boletín del Ejército sitiador, con fecha de ese mismo día, se limita a destacar que, a partir de ese momento: “…El departamento de Venezuela se halla tranquilo, concluyendo la guerra que por trece años había asolado al país.”
Esta valoración se va a repetir por la prensa, en El Iris de Venezuela, publicado en Caraca, en los días siguientes, en otras proclamas del Intendente de Venezuela para informar y saludar el término de la guerra en el Departamento a su cargo y también en los actos y discursos de reconocimiento que se le hace al ejército vendedor al llegar a Caracas, en los primeros días de diciembre y en otras comunicaciones oficiales, como la del general Pedro Briceño Méndez, Secretario de Guerra y Marina, afirmando que la ocupación de Puerto Cabello selló la independencia de Colombia en toda su extensión.
El decreto de honores del 7 de diciembre, deja ver claramente la importancia que se le otorga al hecho, y el reconocimiento que merecen quienes hicieron posible esta jornada mediante el otorgamiento de títulos honoríficos a sus batallones y medallas de oro para oficiales y de plata para los soldados, señalando que las medallas de los generales José Antonio Páez y José Francisco Bermúdez estarían montadas en diamantes.
En la proclama del Vicepresidente de Colombia, Francisco de Paula Santander, a los pueblos de Colombia, el 9 de diciembre, se expresa lo siguiente: “…Presento a vuestra patria absolutamente libre de los enemigos que con tanto esfuerzo han pretendido contrariar los decretos eternos. Puerto Cabello: donde ha terminado la guerra empezada para arrancar a Colombia del poder español”. Y, el mismo Santander, cuando le escribe a Simón Bolívar al día siguiente para informarle lo ocurrido le dice que la República de Colombia “…está absolutamente libre de sus antiguos opresores”.
Estos anuncios se hacen en otros sitios de Colombia y se reiteran en los mensajes del Vicepresidente Santander cuando se dirige al Congreso el 6 de abril de 1824. No hay disensiones ni discrepancias respecto al significado histórico del hecho. Se trató del fin de la guerra en el Departamento de Venezuela y del hecho que sella la Independencia de Colombia.
También es importante destacar el reconocimiento que se hace, tanto en el parte de la batalla como en el boletín del ejército al coraje, la gallardía y valentía del ejército contrario, en particular del Brigadier Sebastián de la Calzada, Comandante general de las tropas y de la plaza, y de los oficiales y soldados que lo acompañaron en la defensa: “Estos jefes y oficiales viendo la muerte que por todas partes los rodeaba, más bien quisieron exponerse a ser muertos o prisioneros que abandonar cobardemente sus puestos”
Se da a conocer, en tono totalmente diferente, la respuesta del Coronel Carrera, quien se hallaba junto a de la Calzada, huyendo para refugiarse en el castillo, hasta su rendición dos días después, cuando se firmó la capitulación.
II. Los testimonios inmediatos de la oficialidad española en Venezuela, noticias acerca de lo ocurrido con las tropas españolas y valoraciones coetáneas sobre los hechos de Puerto Cabello
Los testimonios del bando realista no expresan la misma unanimidad, lo cual es comprensible. Las derrotas por lo general o son huérfanas o tienen muchos culpables; no hay reconocimiento, sino reparos, persecución y condena. Ya Puerto Cabello había sido escenario de discordias entre los patriotas, justo cuando se perdió en 1812 en manos del coronel Simón Bolívar
Tampoco son fáciles de rastrear los testimonios o documentos de los contrarios. La historia de la Independencia no privilegió la mirada del adversario, sino todo lo contrario. La recuperación de los documentos y también las historias fundacionales y posteriores, sólo incorporaron las proezas y los triunfos de los héroes y destacaron los horrores y crueldades de los realistas, presentándolos de forma polarizada y maniquea
Tardíamente, se hacen algunos acercamientos sobre los adversarios, desde la literatura, como fueron las novelas de Mario Briceño Iragorry, Casa León y su tiempo, publicada en 1946 y del mismo autor, El Regente Heredia o la piedad heroica, del año siguiente. Luego, en los años sesenta, se hizo un primer esfuerzo por recuperar y publicar los testimonios realistas de la Independencia, que son muchos y valiosos, y se dio inicio a nuevas miradas, no siempre despojadas de la visión maniquea de los años iniciales, pero sí representó un avance.
En el caso particular de la toma de Puerto Cabello, al ser la acción final del desarrollo de la guerra, no quedó registrada en muchos de los testimonios más conocidos y relevantes de las figuras que ocuparon posiciones de primera línea: el Regente Heredia, el Arzobispo Coll y Pradt, Juan Manuel Cajigal, o Francisco Tomás Morales, último Capitán General, hasta 1823, justo antes de los sucesos de Puerto Cabello.
No obstante, en el archivo del General Ángel Laborde, que se encuentra en la Academia Nacional de la Historia, está la comunicación que dirige el Brigadier Sebastián de la Calzada al para entonces Capitán de Navío Ángel Laborde, en el cual narra los hechos ocurridos en Puerto Cabello, el 22 de noviembre de 1823, justo antes de desembarcar en Cuba. Su informe comienza con esta frase: “Al fin triunfaron los enemigos de la Plaza de Puerto Cabello”
Da detalles de las precarias condiciones en las cuales se encontraba la Plaza, en la cual había estado recientemente Laborde y describe las pérdidas y desenlace. No hace acusaciones contra Carrera, se limita a decir que se salvaron pasando al castillo “gracias a una cadena de madera que había puesto a la boca del puerto”. Deja saber igualmente que él quedó prisionero con otros oficiales que “llenos de pundonor se sostuvieron hasta el último momento”
Cierra su informe con una nota favorable a los sitiadores “los enemigos se han conducido con una generosidad superior a las que se puede figurar, a pesar que por nuestra parte hubo algunas cosas que diré a Ud. a nuestra vista”
No hay más noticias directamente de la Calzada.
Pero sí otros testimonios que dan cuenta de las intrigas, desavenencias y discordias que separaban con anterioridad a los jefes militares leales a la monarquía. En parte por los sucesos recientes de la Batalla Naval del Lago que enfrentó al Capitán General Morales, con Laborde y también con de la Calzada, el primero cuestionado por Morales quien lo acusa de dilación en las maniobras marítimas, y al segundo por la desconfianza que le generaba por sus aspiraciones y deseos de mando. Hay otras referencias sobre las diferencias entre Morales y Laborde, la respuesta de Laborde frente a las imputaciones de Morales y también el malestar de Morales frente a de la Calzada, lo que determinó que fuese remitido a Puerto Cabello.
Estas diferencias no están desvinculadas del ambiente de tensiones, discordias y polarización política que se vivía, tanto en la península como en los territorios americanos, respecto a la experiencia del trienio liberal, entre liberales exaltados, moderados, constitucionalistas, monarquistas, absolutistas, y fernandistas, justo en el momento en que llega a su fin el gobierno liberal y regresa al trono Fernando VII el 1º de octubre de ese mismo año. Con lo cual son disueltas las cortes, abolida la constitución y se da inicio a la persecución y ajusticiamiento de los jefes liberales. Sólo por mencionar un detalle respecto a las coincidencias entre los hechos de la península y los de puerto Cabello: el 7 de noviembre, día previo al asalto, era ajusticiado en la península Rafael de Riego, el iniciador de la revuelta que condujo al establecimiento de gobierno liberal.
Este ambiente de tensión y polarización política es el que se vive en Cuba, justamente cuando llegan los oficiales y tropas derrotados en Puerto Cabello, el 22 de noviembre. Estos hechos quedan registrados en las informaciones suministradas por el comandante de la corbeta que hizo el traslado, y también por la nota publicada en El Colombiano, periódico caraqueño, el 17 de diciembre.
Al llegar a Cuba, de la Calzada fue sometido a prisión, y los oficiales y tropas insultados y en algunos casos apedreados. Del mismo modo ocurrió con los botes que hacían el traslado de tropas y oficiales. La situación en la isla era muy delicada, y desagradable, dice el periódico citado: “…estaban divididos en tres facciones: unos proclamando al rey, otros a la constitución y otros pidiendo la Independencia”. Precisamente por esta situación se les impidió a tropas y oficiales andar libremente por las calles. Ya para entonces se conocía la noticia del ajusticiamiento de Riego en Madrid.
Meses más tarde, en mayo de 1824, se publica un folleto en San Tomás sobre los hechos que prepararon y consumaron la pérdida de las provincias de Venezuela firmado por T.L y M.R. en el cual se cuestiona a de la Calzada por masón y liberal y se le acusa de haber venido “destinado de España a trabajar con sus colegas por la Independencia de América”; Tampoco se salva Laborde, también señalado como liberal y masón, a quien se le cuestiona por su desempeño en la batalla naval del lago y haber hecho el último servicio a Venezuela, llevando a la Habana a los enfermos de aquella plaza. Quedan aquí evidenciadas los recelos e intrigas cuyo fundamento tiene su origen en las disputas que dividen la realidad política de la monarquía. Morales era Fernandista mientras que Laborde y de la Calzada son señalados como simpatizantes de la causa liberal. Todos estos documentos se encuentran publicados en la colección elaborada por Sabatino y Falcón.
Un estudio posterior sobre de la Calzada permite tener noticias sobre el desenlace final de este oficial, quien fuera sometido a un Consejo de Guerra diez años después de los sucesos de Puerto Cabello y finalmente absuelto en marzo de 1833.
Más allá de las diferencias políticas entre los protagonistas españoles de esta historia, años después, Francisco Tomás Morales elaboró una relación histórica de las operaciones del Ejército expedicionario cuando estuvo a su cargo, luego de la salida de Pablo Morillo en 1821, allí su conclusión y apreciación sobre los sucesos de Puerto Cabello coincide con la afirmación de los patriotas sobre el comienzo y fin de la guerra en Venezuela: comenzó “desde el 19 de abril de 1810 en que se sublevó la capital hasta el 7 de noviembre de 1823, en que se rindió la plaza de Puerto Cabello”.
III. La visión de Mariano de Torrente, autor de la Historia de la Revolución Hispanoamericana, 1829
Curiosamente, la primera historia general de la revolución de independencia, no testimonial, fue elaborada por un autor español, defensor irrestricto de la Monarquía, quien nunca viajó a América pero que hizo el recuento del proceso desde la mirada y de los intereses de la Monarquía. Una obra poco difundida y conocida en América y en España. Se publicó en 1829 y nunca se reeditó, por suerte se puede consultar libremente en línea https://bvpb.mcu.es/es/consulta/registro.do?id=398139
En la relación de los hechos, Mariano de Torrente explica el impacto que tuvo en el desenlace final de Puerto Cabello la derrota ocurrida meses antes en Maracaibo: “…El destrozo de la cuadrilla realista en el lago”, durante el cual quedaron de manifiesto las reservas y desconfianza de Morales frente a sus oficiales, especialmente respecto a de la Calzada, y por desoír la recomendaciones del Comandante General de la marina, Ángel Laborde. Aquí se le adjudica la responsabilidad a Morales sobre la pérdida de Maracaibo.
Se detiene entonces en la descripción de los hechos de Puerto Cabello desde que Sebastián de la Calzada es enviado a dirigir las operaciones por Morales “…al parecer con la idea de separar de su lado a un jefe cuyas ideas no convenían con las suyas”. La decisión del comandante de la Calzada de enviar a Laborde a buscar provisiones a Cuba para sostener la Plaza, el empeño que puso en su defensa, su consecuente rechazo a las intimaciones de Páez para que se rindiera, la debilidad y precariedad de las condiciones en las que se encontraban y sin posibilidad de recibir apoyo ni refuerzos, la obstinación y furor con que repelieron los ataques de los sitiadores, y la valentía y coraje con que mantuvieron la plaza hasta el último momento: “…Todo se presentaba del modo más funesto para los bravos defensores, sin que ninguno diese la menor muestra de desaliento”.
Denuncia la traición del europeo Jacinto Iztueta, quien orientó a los enemigos a través de los manglares, factor decisivo en el éxito del asalto final de la plaza. Después de la constancia y decisión de los sitiados, de la cual fueron testigos los oficiales el ejército contrario, y del horror y confusión que acompañaron el asalto: “…solo quedó el castillo a salvo de los insurgentes, sin posibilidad de sostener su defensa, se aseguró entonces una capitulación honrosa, siendo la primera de sus condiciones la libre y decorosa traslación de todos aquellos individuos a la isla de Cuba por cuenta del gobierno disidente, lo cual se hizo con toda escrupulosidad”.
“De este modo sucumbió el último recinto de Venezuela, en que se abrigaba todavía la autoridad real”. Concluye así Torrente el registro de su relato. No hay reclamos, ni dudas, frente a los jefes del ejército español.
IV. Las miradas historiográficas en Venezuela y Colombia: Feliciano Montenegro y Colón, Rafael María Baralt, José Manuel Restrepo y el testimonio tardío de José Antonio Páez
Hemos seleccionado tres autores clásicos de la historiografía fundacional de ambos países: Feliciano Montenegro quien había abrazado el partido realista durante la contienda, regresó a Venezuela en 1831 y se integró a la República, el último tomo de su obra titulada Geografía general para el uso de la juventud de Venezuela, lo dedica a la historia de la guerra de independencia, se publicó en 1837; Rafael María Baralt, nacido en 1810, quien participó en los sucesos políticos de Venezuela luego de 1830, fue autor del influyente Resumen de la Historia de Venezuela, publicado en Paris en 1841; y José Manuel Restrepo, comprometido funcionario de la Nueva Granada, defensor del proyecto de la unidad colombiana, cercano aliado de Bolívar y protagonista de la historia neogranadina hasta su muerte ocurrida en 1867. Su obra Historia de la Revolución de la República de Colombia en la América Meridional se publica en 1857.
Todos atienden los sucesos de Puerto Cabello, Montenegro de manera escueta, describe el asalto, hace alusión a la capitulación, y menciona la proclama de Páez a los venezolanos, el 1ro de diciembre para manifestarles que estaba “asegurada la paz y la libertad en Venezuela invitándolos a la unión y observancia de la Constitución” ; Baralt por su parte, describe las condiciones de la Plaza, menciona que se les dio aviso del pase por los manglares, los realistas se defendieron con valor, que pocas veces han entregado sin combatir hasta la victoria. El valor de los sitiadores es descrito en los términos siguientes:
“Los patriotas peleaban no solo por la gloria, sino por la vida. Vencidos uno solo de aquellos denodados no hubiera sobrevivido a su audacia; vencedores iban a recibir de sus compañeros y de sus generales la recompensa que merecía el último triunfo obtenidos por los venezolanos sobre sus antiguos dominadores”.
Dos días después se entregó el castillo, por medio de una capitulación honrosísima. Así sucumbió Puerto Cabello, “…último recito que abrigaba todavía las armas españolas en el vasto territorio de Colombia. Aquí terminó la guerra de Independencia”
En este caso, es importante señalar el contraste que hay respecto a la atención y descripción que le merece la Batalla de Carabobo, ocurrida dos años antes. En el mismo tomo, al referirse a Carabobo dice lo siguiente: “…La victoria de Carabobo obtenida con tan solo una parte muy pequeña del ejercito colombiana fue completa y brillante ella coronó al cabo de once años la empresa que Caracas empezó el 19 de abril de 1810, fue gloriosa para las armas de la república y su jefe, de gran prez y honor para Páez. EL congreso decretó a Bolívar y al ejército los honores del triunfo y ordenó que el retrato del ilustre hijo de Caracas, fuese colocado en los salones de la Cámaras legislativas con esta inscripción Simón Bolívar, Libertador de Colombia. En todos los pueblos de la República y en las divisiones de sus ejércitos se dedicaría un día al año a regocijos públicos en honor de la victoria de Carabobo”
Restrepo, del mismo modo que los autores ya citados, refiere los sucesos, destaca el valor de ambos ejércitos, menciona la honrosa capitulación, reconoce los méritos de Páez y concluye exponiendo la significación histórica del hecho “…La rendición de Puerto Cabello y la expulsión de las últimas reliquias del ejército expedicionario que condujo Morillo a nuestras playas en 1815, dejó enteramente libre al territorio de Colombia”.
No hay diferencias en la apreciación de la importancia y significación histórica del hecho, como punto final y culminante de la guerra y la liberación de Venezuela y de Colombia la grande. Valoración que es reiterada por José Antonio Páez, 44 años después de los sucesos
Muchos años después, José Antonio Páez escribe su Autobiografía y ofrece otra versión de los hechos, aspecto que ha sido destacado en los estudios sobre el asalto y la toma de la Plaza Fuerte de Puerto Cabello, señalando las diferencias existentes con lo dicho en su parte de guerra, inmediatamente después de los hechos. Cuatro décadas más tarde, aparece protagonizando el cruce del manglar, incorpora al relato el encuentro y participación del sirviente de Iztueta, Juan Ibarra; añade el episodio de la entrega de la espada por parte del brigadier de la Calzada, así como otros detalles de la jornada. Más allá de estas diferencias, a todas luces intencionales debido al momento de la escritura y a su propia glorificación, esta versión terminó trascendiendo y convirtiéndose en la más utilizada y extendida por sus biógrafos y otros estudios, aun cuando muchos de estos hechos demandan un desmentido o una revisión crítica más rigurosa, como lo han señalado los colegas aquí presentes.
No obstante, allí Páez reitera su valoración del suceso, incorporando en su testimonio la cita textual de Baralt, dando por concluida la Guerra de Independencia con este hecho de armas.
V. El viraje historiográfico
Esta lectura desaparece paulatinamente en la relación de los hechos, como parte del proceso de formación y consolidación del culto a Bolívar y de la “bolivarianización” del relato histórico.
Bolívar se convierte en el centro del discurso historiográfico y también ocurre lo mismo con los hechos de armas donde participó. La historia de Venezuela se interrumpe en 1821 y continúa en dirección a la campaña del Sur, no es casual que la historia de Francisco Javier Yanes, concluya en 1821; cobra entonces mayor fuerza y relevancia la batalla de Carabobo, ocurrida ese mismo año, entronizándose Carabobo como el hecho de armas fundamental de la guerra de Independencia, en estrecha relación con el culto a Bolívar. Importantes obras contribuyen a fortalecer esta práctica: la biografía del Libertador, escrita por Felipe Larrazábal, publicada en 1865; los Documentos para la Historia de la Vida Pública del Libertador, que se comienza a publicar a partir de 1878, las Memorias del General Daniel Florencio O´Leary, en 32 volúmenes cuya publicación se hace durante el gobierno de Antonio Gumán Blanco, Venezuela Heroica de Eduardo Blanco (1881), y muchas otras obras que, en los años siguiente, consolidan el culto al Libertador
Este viraje historiográfico tiene su emblemática expresión en la muy influyente e insoslayable obra de José Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela, publicada en 1909, en la antesala del primer centenario de la Independencia. Puerto Cabello pierde relevancia en el relato, se menciona solo como parte del capítulo “Venezuela en la unión colombiana”, de manera escueta se dice “desapareció para siempre el dominio de España en Venezuela”, asociado a las intrigas y discordias políticas que suscitaron las “pretensiones de Páez, que era el comandante militar de Venezuela”. La referencia textual de Gil Fortoul es como sigue “…De donde vino, sobre todo, la prolongación por dos años de la reconquista de Coro y Maracaibo y el sitio de Puerto Cabello. Páez, según decía agudamente Soublette, no se formaba todavía un concepto exacto de la ‘patria grande’, preocupábase primero que todo con los asuntos caseros de su ‘patriecita’, los llanos de Barinas y Apure”.
Esta tendencia se verá sostenida y reforzada por la Academia Nacional de la Historia, promotora y defensora del culto a Bolívar, de la mano de Vicente Lecuna, máximo exponente en la elaboración, conducción y protección de la hagiografía bolivariana.
La supremacía de Bolívar y Carabobo no solo se imponen historiográficamente, sino que se expresan muy tempranamente en el proceso de construcción de la memoria nacional
VI. La memoria tras el caballo de Bolívar.
La primera resolución oficial relacionada con la construcción de memoria, en el marco de la fijación de las efemérides patrias, la aprobó el Congreso de Venezuela en decreto de 16 de abril de 1834, cuando declaró “grandes días nacionales”, el 19 de abril y el 5 de julio. No se incorporó ninguna hazaña bélica de la guerra. Tampoco aparece la figura de Bolívar, eran tiempos donde su imagen estaba en baja.
La apoteosis de Bolívar, tiene su momento fundamental en 1842, con la repatriación de sus restos mortales promovidos por el propio Páez, como símbolo de la unificación nacional, es el inicio del culto oficial a Bolívar que nos ha acompañado sin interrupciones hasta el presente.
Una celebración local de la toma de Puerto Cabello, sin mucho lustre ni consecuencias, tuvo lugar en la ciudad, al cumplirse 20 años de la jornada para recordar y festejar la hazaña realizada por Páez, para entonces presidente de la república, quien no estuvo presente. Hubo toros, iluminación, tablado con el retrato de Páez. Sin pena ni gloria. Sólo una reseña de los hechos en la prensa de Caracas, el 4 de diciembre de 1843.
Muy poco tiempo después, en 1846, José Antonio Páez cae en desgracia y con su muerte política, sucumbe también la consideración, glorias y reconocimiento de este hecho, valorado en su momento como un hito crucial de la hazaña libertadora.
A la hora de elaborar los primeros manuales de enseñanza, factor clave y central en el proceso de formación de la memoria, la figura de Bolívar ocupa el centro de atención y también los hechos en los cuales participó, se privilegió por tanto la hazaña de Carabobo. Batalla que el propio Bolívar destacó en su momento “…como la victoria final que ha terminado la guerra de Venezuela” en su proclama del 29 de junio de 1821, al entrar en Caracas con el ejército victorioso.
El manual de Alejandro Peoli, Compendio de la Historia Antigua y moderna de Venezuela, publicado en 1853 destaca Carabobo como el combate que destruyó el poder español en Venezuela; menciona la batalla del Lago y apenas hace alusión a la toma de Puerto Cabello, con lo cual reafirma el lugar central que ocupa el combate de 1821.
En términos similares se pronuncia Felipe Tejera, en 1875, en su Manual de Historia de Venezuela para el uso de las escuelas y colegios, ampliamente difundido hasta el siglo XX. Allí señala la importancia de Carabobo no solo como la “inmortal jornada que coronó la independencia de Venezuela”, sino que le da alcance continental al destacar su papel en el afianzamiento de la independencia de la Nueva Granada y como hito que preparó las campañas victoriosas de Perú y Bolivia. También destaca el alcance de Puerto Cabello, como “…el término de la magna y épica guerra de la Emancipación de Colombia”. Pero, esta afirmación no logra opacar ni evitar que se imponga la versión que le da mayor preeminencia a Carabobo, tal como se desprende de otro popular manual de la época, el Catecismo de Historia de Venezuela de Antonia Estelller, que se imprime en 1886. Preguntaba la autora por el día que tuvo lugar esta célebre batalla y por el tiempo del enfrentamiento y responde: “….Una hora fue bastante: pues la mágica influencia del Libertador hizo excederse á si mismo á los indomables guerreros colombianos quienes terminaron con aquella célebre jornada la guerra en el territorio de Venezuela”.
Otros manuales del siglo XX, reiteran el alcance de Carabobo, y en cuanto a la toma de Puerto Cabello, ni siquiera aparece destacada en el relato. Nos referimos a la Historia de Venezuela dl J.M. de Siso Martínez, de 1957; y a la Historia Fundamental de Venezuela, del historiador José Luis Salcedo Bastardo, que empezó a circular en 1970.
La exacerbación del culto a Bolívar que tuvo lugar en tiempos del general Antonio Guzmán Blanco también se hizo sentir en la valoración de Carabobo y en la omisión de Puerto Cabello; a lo que se suma la animadversión de Guzmán frente a Páez, enemigo político de su padre, y también su adversario en tiempos de la federación. Guzmán reconoce el prestigio militar de Páez durante la guerra, pero condena su ambición y lo acusa de ser el responsable de promover la disolución de la unidad colombiana.
También en tiempos de Guzmán Blanco, la más grande obra pictórica que se hace para conmemorar las glorias de Bolívar y de la Independencia se le encarga a Martín Tovar para incorporarla al Capitolio Federal, la obra cumbre de la renovación del casco urbano de la capital. Allí quedan consagradas para la posteridad, las batallas de Carabobo, de Boyacá y de Junín en el cielo raso del Salón Elíptico en el Palacio Federal Legislativo. Ningún rastro de Puerto Cabello.
Son muchas las referencias que dan cuenta de la glorificación de Carabobo y Bolívar en el siglo XIX y de su continuación y reafirmación en el siglo XX. Un completo trabajo realizado por el historiador Hancer González de la Universidad de Los Andes titulado La tradición inamovible. Persistencias en las conmemoraciones de la batalla de Carabobo en Venezuela (1821-2021), analiza el proceso conmemorativo que acompañó la celebración de Carabobo desde que ocurrieron los hechos hasta la celebración del bicentenario, hace dos años. También el ensayo de Pedro Correa “¿Y quién dijo que la batalla de Carabobo puso fin a la guerra de Independencia? publicado en el 2010, en el libro El relato invariable. Independencia, mito y nación, compilado por mi persona.
Referencia relevante en este proceso de memoria fue la incorporación por primera vez de la batalla de Carabobo en la ley de Fiestas nacionales de 1909, junto al 19 de abril, 5 de julio y 28 de octubre día de San Simón. Era el primer año del gobierno del general Juan Vicente Gómez. La fecha fue oportuna para celebrar también el onomástico del general al coincidir el 24 de junio con las fiestas de San Juan. Así se mantuvo hasta 1918, cuando se eliminaron el 24 de junio y el 28 de octubre y se incorporó el 24 de julio, nacimiento del Libertador y del general Gómez.
Carabobo vuelve a cobrar relevancia en ocasión del Centenario, en 1921. El decreto del 23 de marzo de 1821 la consagra como “el triunfo definitivo de las armas patriotas en Venezuela, y base para la gloriosa campaña con que el Libertador llevó hasta el Perú la obra redentora de su genio” Se ordenó la construcción de un arco de triunfo, inaugurado finalmente en 1930, hubo maniobras militares en el campo de Carabobo con la presencia del general Gómez y también se acordó glorificar al Libertador. Con ese fin se adquirió e inauguró la Casa Natal del Libertador, en Caracas.
En 1923, el 8 de noviembre, aparece reseñada en la prensa una modesta ceremonia conmemorativa del asalto y toma de Puerto Cabello, un pequeño recuadro publicado en El Nuevo Diario, ese día, informa la presencia de una comisión, designada en Puerto Cabello, para colocar dos coronas de flores en las tumbas de Bolívar y Páez en el Panteón Nacional.
Años más tarde, en 1939, durante el gobierno de Eleazar López Contreras, el 24 de junio es declarado día del Ejército, pero no se incorpora a las efemérides nacionales. Será en 1971, en ocasión del Sesquicentenario, cuando se declara Fiesta Nacional, junto con el 19 de abril, 5 de julio, 24 de julio y 12 de octubre. Así se mantiene en el presente.
Apunta José Alfredo Sabatino en uno de sus muchos estudios sobre el tema, que la ausencia u omisión de la toma de Puerto Cabello también tiene que ver con “…La cercanía de la toma con la victoria patriota en la Batalla Naval del Lago, contribuyendo a opacar la primera; el deseo manifiesto de los porteños de hacer suya esta efeméride considerándola en singular o como un hecho aislado sólo de interés local; la poca atención prestada a este episodio desde Valencia, en la errónea idea de que se trata de uno del exclusivo interés de los porteños”
En 1973, la Armada celebró con especial pompa el Sesquicentenario de la Batalla Naval del Lago. Apenas se destaca el asalto y toma de Puerto Cabello como un apéndice de la programación preparada para rendir homenaje a la victoria obtenida aquel 24 de julio de 1823. Destaca Sabatino que Puerto Cabello sólo se menciona: “…en el marco de lo que entonces se llamó año de la Reafirmación Marítima Venezolana Sesquicentenario de la Batalla Naval de Maracaibo”.
En el año sesquicentenario, hubo una conferencia del Teniente (R) Francisco Alejandro Vargas, en la Academia Nacional de la Historia, publicada dos años después en el Boletín de la Academia, No. 225. Es básicamente un ensayo descriptivo sobre el asalto, sin valoraciones ni consideraciones críticas sobre su significación en la Historia de Venezuela.
- Nuevas miradas: Renovación historiográfica, recuperación de la Memoria
También se han elaborado trabajos muy completos sobre este hecho como es el caso del libro del historiador porteño Asdrúbal González, escrito precisamente en el contexto del Sesquicentenario, publicado en 1974 y reeditado por la Academia de la Historia de Carabobo, este año; las investigaciones desde la nuevas interpretaciones de la historia militar, que ha desarrollado Fernando Falcon, quien acaba de dirigirse a los presentes; los trabajos de recuperación de la memoria, que con tanto empeño ha realizado Sabatino desde la Academia de la Historia del estado Carabobo, con el apoyo de la Cámara de Comercio de Puerto Cabello y el Banco del Caribe que incluyen la maqueta y la señalización documentada de la toma de la Plaza Fuerte de Puerto Cabello, así como su propuesta de interpretar la secuencia entre Carabobo, Maracaibo y Puerto Cabello como parte del proceso que determinó la finalización de la presencia militar y la incidencia política de la Monarquía en los territorios de las actuales Venezuela, Colombia y Ecuador.
También en España se ha ampliado y renovado la historiografía sobre las Independencias como un campo de enorme alcance y diversidad, especialmente en el contexto de los bicentenarios y de debates e intercambios conjuntos entre las historiografías de ambos lados del Atlántico, muy abundante y enriquecedora. Sobre la historia militar de estos convulsos años ha habido igualmente una profusión de estudios, aun cuando no se refieren directamente al caso de Puerto Cabello.
Del mismo modo es importante destacar la presencia de una línea de investigación que se ha desarrollado en tiempos recientes orientada al estudio de las historia de Paz, mediante el análisis de los importantes esfuerzos de entendimiento, acuerdo y negociación que tuvieron lugar en el contexto de la guerra: los acuerdos de Trujillo en 1820, por ejemplo, sobre el cual puede mencionarse el libro de Francisco Alfaro, La historia oculta de la Independencia de Venezuela: De la guerra idealizada a la paz imperfecta, 2016; los estudios del historiador colombiano Roger Pita sobre los acuerdos de Paz en la Nueva Granada, relativos a Cartagena y Pasto, en 2017 y su trabajo “Puerto Cabello: la rendición del último bastión monárquico en Venezuela durante las guerras de Independencia” publicado en la Revista de América, en 2020, cuyo objetivo es “revisar el proceso de Independencia no desde el prisma de la guerra como fue la constante de la historiografía tradicional, sino desde la perspectiva de las vías negociadas, destacando las firmas de capitulaciones, que resolvieron por la vía de los acuerdos la liberación de los llamados ‘últimos bastiones de la monarquía’, con lo cual se logró salvar las vidas de los miles de combatientes, y reconocer los méritos de su desempeño en la contienda”.
En el caso particular del asalto y toma de Puerto Cabello el estudio de Pita toma en consideración todo el proceso de búsqueda de acuerdos previos al asalto, las condiciones en las cuales ocurre: el retorno del absolutismo, la amenaza de una nueva expedición y la tensión que suscitó en Venezuela el decreto de expulsión de los españoles, para entender los alcances históricos y políticos de su desenlace, más allá de sus alcances diplomáticos.
Esta reunión de hoy y muchas otras que se han hecho en el marco de las conmemoraciones bicentenarias dan cuenta de estos esfuerzos por actualizar y revisar de manera crítica nuestra historia.
¿Y la memoria?
Se trata de un proceso mucho más difícil. Requiere llevar adelante un trabajo sostenido de reflexión que permita, no solo la reconstrucción crítica del proceso, sino una mirada que contribuya a la comprensión de la complejidad que representó el deslinde político y también humano de este largo y convulso proceso que puso fin a la presencia del ejército español en América, pero que no podía interrumpir ni romper de un todo la relación histórica, humana, cultural y política entre España y sus antiguas provincias.
La conmemoración de este hecho con el auspicio de la Embajada de España y la presencia del excelentísimo embajador de España, de las instituciones académicas, del Banco del Caribe, y de la Cámara de Comercio de Puerto Cabello dan cuenta de la voluntad de escribir y recordar la historia desde la mirada del encuentro para recuperar la permanencia de los intercambios y la posibilidad de construir una memoria compartida: la memoria de la paz y del entendimiento entre dos Estados que compartieron una misma historia, por más de tres siglos. - Inés Quintero